miércoles, 14 de enero de 2009

El castigo de las Sirenas

En la Mitología griega, las Musas eran hijas del dios Zeus, hijo a su vez de Urano (el Cielo) y Gea (la Tierra). Las Musas protegían la música (la palabra "música" viene de "musa"), pero también las otras artes, así como la filosofía. También inspiraban a los reyes para que gobernaran con justicia. Además, eran unas magníficas cantantes.

De las Sirenas se dice que eran hijas de una de las Musas, y de un dios (algunos dicen que de un dios del río y otros que de un dios del mar). En cualquier caso, las Sirenas eran monstruos marinos con la mitad superior del cuerpo en forma de mujer y la mitad inferior en forma de ave. También tenían fama de ser muy buenas cantantes.

Cuenta Pausanias (Descripción de Grecia, IX, 34, 3) que las Musas y las Sirenas se enfrentaron en una competición de canto. Las Musas vencieron, y arrancaron las plumas a las Sirenas, de ahí el título de este blog.

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Se cuenta que las Sirenas se fueron a unas islas rocosas del Mediterráneo, donde atraían con sus cantos a los marineros, que cautivados, llevaban sus barcos hacia el lugar de donde provenían esas dulces melodías, chocando contra las rocas y naufragando.

Hay varias leyendas en la mitología griega sobre las Sirenas. Una de ellas, por ejemplo, se cuenta en La Odisea de Homero. La diosa Circe le dice a Ulises:

―Ulises, es cierto, todas esas cosas deben cumplirse como tú dices; ahora escucha mis consejos, un dios hará que los recuerdes. Primero encontraréis a las Sirenas, que seducen a todos los hombres cuando se acercan a ellas. Pero aquel que, impulsado por su imprudencia, escuche a las Sirenas, no verá nunca más en su casa a su esposa, ni a sus hijos sentados a su lado; no disfrutarán del regreso. Las Sirenas, recostadas en un prado, le seducirán con sus voces armoniosas; alrededor de ellas hay montones de huesos y carnes secas de los hombres a los que ellas hicieron perecer. Evitad esas orillas, y tú taparás los oídos de tus compañeros, amasando una blanda cera, para que ninguno de ellos pueda oírlas. Solamente tú podrás escucharlas, si lo deseas; pero en tu nave ellos atarán tus pies y tus manos al alto mástil; allí mismo te cargarán de cadenas, para que puedas gozar escuchando a las Sirenas. Entonces, si tú suplicas a tus compañeros, si les ordenas que te desaten, ellos te atarán todavía con nuevas cadenas.

Más adelante, el propio Ulises nos cuenta lo que le dijeron las Sirenas:

"―Acércate, ven a nosotras, célebre Ulises, gloria grande de los griegos, detén aquí tu nave para escuchamos. Ningún hombre ha franqueado estos lugares sin haber oído la voz melodiosa que se escapa de nuestros labios; aquel que cede a nuestros deseos, regresa encantado a su patria, sabiendo muchas cosas. Nosotras sabemos todo lo que en la vasta Ilion han padecido los griegos y los troyanos por la voluntad de los dioses; sabemos todo cuanto acaece en la tierra fecunda." Así hablaron las Sirenas con voz melodiosa. Mi corazón deseaba escucharlas, y haciendo señas con mis ojos a mis compañeros, les mandaba que me desatasen; pero ellos, encorvándose, remaban con mayor ardor. En el acto, Euriloco y Perimedes se levantan, me cargan de nuevas cadenas, y me aprietan todavía más. Cuando hubimos franqueado aquellos parajes, y ya no se oyó más la voz de las Sirenas ni su canto seductor, mis compañeros quitaron la cera que tapaba sus oídos y a mí me quitaron las cadenas.

En este artículo se puede leer más sobre las Sirenas, así como ver varias imágenes de las mismas.


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